En 1829 el químico
alemán Döbereiner realizo el primer intento de establecer una
ordenación en los elementos químicos, haciendo notar en sus trabajos las
similitudes entre los elementos cloro, bromo y yodo por un lado y la variación
regular de sus propiedades por otro.
Desde 1850 hasta 1865 se descubrieron muchos
elementos nuevos y se hicieron notables progresos en la determinación de las
masas atómicas, además, se conocieron mejor otras propiedades de los mismos.
En 1864 cuando estos intentos
dieron su primer fruto importante, cuando Newlands estableció la ley
de las octavas. Habiendo ordenado los elementos conocidos por su peso atómico y
después de disponerlos en columnas verticales de siete elementos cada una,
observó que en muchos casos coincidían en las filas horizontales elementos con
propiedades similares y que presentaban una variación regular.
Esta ordenación, en columnas de
siete da su nombre a la ley de las octavas, recordando los periodos
musicales. En algunas de las filas horizontales coincidían los elementos cuyas
similitudes ya había señalado Döbereiner. El fallo principal que tuvo Newlands
fue el considerar que sus columnas verticales (que serían equivalentes a
períodos en la tabla actual) debían tener siempre la misma longitud. Esto
provocaba la coincidencia en algunas filas horizontales de elementos totalmente
dispares y tuvo como consecuencia el que sus trabajos fueran desestimados.
En 1869 el químico alemán Julius
Lothar Meyer y el químico ruso Dimitri Ivanovich
Mendelyev propusieron la primera “Ley Periódica”.
Utilizando como criterio la valencia de
los distintos elementos, además de su peso
atómico, Mendelyev presentó su trabajo en forma de tabla en la que
los periodos se rellenaban de acuerdo con las valencias (que aumentaban o
disminuían de forma armónica dentro de los distintos periodos) de los
elementos.
Esta ordenación daba de nuevo lugar a otros
grupos de elementos en los que coincidían elementos de propiedades químicas
similares y con una variación regular en sus propiedades físicas.
La tabla explicaba las observaciones de
Döbereiner, cumplía la ley de las octavas en sus primeros periodos y coincidía
con lo predicho en el gráfico de Meyer. Además, observando la existencia de
huecos en su tabla, Mendelyev dedujo que debían existir elementos que aun no se
habían descubierto y además adelanto las propiedades que debían tener estos
elementos de acuerdo con la posición que debían ocupar en la tabla.
Años más tarde, con el descubrimiento
del espectrógrafo, el descubrimiento de nuevos elementos se aceleró y
aparecieron los que había predicho Mendelyev. Los sucesivos elementos encajaban
en esta tabla. Incluso la aparición de los gases nobles encontró un sitio
en esta nueva ordenación.
La tabla de Mendelyev fue aceptada
universalmente y hoy, excepto por los nuevos descubrimientos relativos a las
propiedades nucleares y cuánticas, se usa una tabla muy similar a la que él
elaboró más de un siglo atrás.
Los últimos cambios importantes en la tabla
periódica son el resultado de los trabajos de Glenn Seaborg a mediados del
siglo XX, empezando con su descubrimiento del plutonio en 1940 y,
posteriormente, el de los elementos transuránicos del 94 al 102 (Plutonio, Pu;
Americio, Am; Curio, Cm; Berkelio, Bk; Californio, Cf; Einstenio, Es; Fermio,
Fm; Mendelevio, Md; y Nobelio, No).
Seaborg, premio Nobel de Química en 1951, reconfiguró la tabla periódica poniendo la serie de los actínidos debajo de la serie de los lantánidos.
Seaborg, premio Nobel de Química en 1951, reconfiguró la tabla periódica poniendo la serie de los actínidos debajo de la serie de los lantánidos.